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Bueno, en otra ocasion les presentaré los proximos proyectoss...


Amai...

lunes, 23 de agosto de 2010

Más profundo (Deeper)

CAPÍTULO 02




Entonces…



―¿De verdad que no quieres un tiro? ―Missy agitó el porro en dirección a Bess, provocando que una nube de humo fragante le hiciera cosquillas en la nariz ―Vamos, Bessie. Es una fiesta.

―Bessie es el nombre de una vaca. ―Apartando la mano de la otra chica Bess abrió una lata de de refresco. ―Y, no, no necesito tu hierba, gracias.

―Como quieras. ―Respondió Missy respirando profundamente y tosiendo, destruyendo así, la ilusión cuidadosamente armada de ser alguna clase de reina de la droga. ―¡Esto está la mierda de bueno!

Bess puso los ojos en blanco y miró el plato de papas fritas que estaba en la mesa de café.

―¿Cuánto tiempo ha estado eso ahí?

Missy volvió a toser.

―Las acabo de sacar, perra. Justo antes de que llegaras.

Bess tomó el recipiente y examinó su contenido cuidadosamente. El remolque de Missy siempre estaba sucio. Pero no se veía ningún bicho o basura, incluso cuando movió el cuenco de lado a lado, Bess se arriesgó.

Se moría de hambre.

―Dios, podría ir por una pizza, ―Missy se tumbó sobre el maltratado sillón y colgó las piernas por sobre el brazo del mueble. Las plantas de sus pies estaban oscuras por la suciedad. La falda se le subió, dando un vistazo de su ropa interior de encaje rosa vivo. ―Vamos por una pizza.

―Tengo exactamente dos dólares que tienen que durarme hasta el día de pago. ―Haciendo crujir las patatas al morderlas Bess se las tragó con la gaseosa de marca barata, que ya había perdido su efervescencia.

 Missy agitó lánguidamente una mano.

 ―Bueno, llamo a algunos tipos. Que ellos traigan la pizza.

 Antes de que Bess tuviera tiempo de protestar, Missy se sentó y con una sonrisa sacudió sobre el hombro su pelo teñido de rubio. El movimiento provocó que, al no tener sostén, uno de sus pechos se saliera de su camiseta sin mangas. Missy tenía un maldito cuerpazo, como ella solía decir, y no le importaba mostrarlo.

 ―¡Vamos! ―dijo, como si Bess estuviera protestando, aunque ésta ni siquiera había abierto la boca. ―Va a ser una fiesta. ¿A quién no le gusta una fiesta? Bueno, además de a ti.

―Me gustan las fiestas. ―Bess se recostó en el sofá que Missy había robado en las afueras del Ejército de Salvación. ―Pero tengo que trabajar mañana.

 ―Mierda. Yo también. ¿Y qué? Vamos a tener una jodida fiesta, ¿de acuerdo? ―Missy saltó del sillón y colocó el porro en el desbordante cenicero. ―Va a ser divertido. Necesitas un poco de diversión, Bess.

―¡Me divierto!

Missy puso los ojos en blanco.

―Yo sé qué clase de diversión tienes. Pero estoy hablando de verdadera diversión. Conseguir un poco de color en esas mejillas. Y no me refiero a las de tu cara.

―¡Bien! ―Bess se echó a reír, a pesar de la poca halagadora evaluación que Missy hizo de ella. ¿Cómo no reír? Missy con su modo de ser tan peculiar no le permitía a Bess tomarla demasiado en serio. ―Así que vas a llamar a algunos tipos y decirles que traigan pizza. Y ellos, ¿simplemente lo harán?

Missy levantó el dobladillo de su diminuta falda y mostró sus pequeñas bragas rosas.

―Por supuesto que lo harán.

―No voy a tener sexo con unos tipos por una pizza, no importa lo hambrienta que esté, ―contestó Bess desde sobre la mesa de café a la que se había subido sin quitarse las sandalias. Nunca habría hecho eso en casa, Dios no, ni aún descalza. A Missy no pareció importarle. O notarlo siquiera.

 ―¿Qué me importa con quién te acuestes? ―ella ya estaba marcando el teléfono mientras rebuscaba una cerveza en el refrigerador. ―Quiero decir, ¿alguna vez tú…? ¡Cariño, hola!

 Bess escuchaba, fascinada, como Missy se las arreglaba para conseguir comida gratis. Después de hacer un par de llamadas colgó y se volvió con una mirada de triunfo en su rostro.

 ―Hecho. Ryan y Nick estarán aquí dentro de media hora con la pizza. Le dije a Seth y Brad que trajeran algunas cervezas. Heather y Kelly  vienen también. Tú los conoces, ¿verdad?

 Bess asintió. Conocía a Ryan y se había encontrado con las chicas un par de veces. Eran camareras como Missy en el Fishnet. A los otros no los conocía, pero realmente no le importaba. Conociendo a Missy serían, ya sea muchachos de la fraternidad visitando los barrios bajos, o pueblerinos con el pelo teñido y bronceado permanente.

 ―Bueno...

 ―No suenes tan emocionada ¡eh! No todos pueden vivir en una casa en la playa, perra.

 El “perra” de Missy no era un insulto, y Bess no se lo tomaba como tal.

 ―Yo no he dicho nada.

 ―Oh, no tienes que hacerlo. Tu cara lo dice todo, ―Missy se lo demostró arrugando la nariz y frunciendo los labios.

 ―Yo no me veo así, ―Bess rió de nuevo para ocultar la vergüenza de saber que probablemente sí lo hacía.

―Claro, claro. Como sea, ―Missy agitó su mano en el aire y volvió a coger el porro, aspirando con avidez y tosiendo un poco más. ―Pobre niña rica. ¿No pueden tu abuelita y abuelito soltarte algo de dinero?

 Bess terminó su refresco y se levantó para poner la lata en la basura, a pesar de que Missy apenas se habría dado cuenta si la hubiera arrojado en el suelo de la sala.

 ―Me dejan vivir sin pagar alquiler durante el verano. ¿Qué más puedo pedir?

 ―Una mensualidad. ―Missy, todavía tosiendo, se dirigió a la cómoda que estaba cerca del pasillo que daba a los dormitorios y sacó un bolso de maquillaje del primer cajón. Del bolso sacó más botes, tubos y cepillos de los que Bess hubiera visto en el arsenal de cualquier mujer. Missy ya usaba una capa completa de maquillaje, pero al parecer su rostro “hogareño” no era lo bastante presentable para otra compañía que no fuera Bess.

 ―Tengo veinte años. Ya pasó el tiempo en que me daban una mensualidad. ―Bess tampoco comentó que, aunque con sus cheques de pago semanales ganaba menos de lo que Missy ganaba con sus propinas, ella estaba ahorrando para la universidad y Missy estaba solo... viviendo.

 Missy se pintó un nuevo juego de cejas arqueadas y volvió la cara de lado a lado para observar su reflejo.

 ―Voy a teñirme el pelo de negro.

 ―¿Qué? ―A estas alturas Bess estaba acostumbrada a sus incongruencias, pero esto era inesperado. ―¿Por qué?

 Missy se encogió de hombros, luego se ajustó su camiseta sin mangas para exponer más el escote. Maquilló sus párpados con sombra y habló con los labios fruncidos, mientras usaba un pincel para pintarlos.

 ―Porque sí. Vamos, Bess, ¿nunca has querido hacer algo diferente?

 ―En realidad no.

 Missy se volvió para mirarla de lleno. ―¿Nunca?

 Bess se mordió el interior de la mejilla antes de recordar que era una mala costumbre, detenerse.

 ―¿Diferente cómo?

 Contoneándose Missy se acercó lo suficiente como para tirar del cuello de la camiseta Izod de Bess.

 ―Te podría prestar algo para que uses antes que lleguen los chicos, si quieres.

 Bess echó un vistazo su falda de color caqui, sus piernas desnudas y sus sandalias antes de mirar la mini de mezclilla de Missy y su minúscula camiseta.

 ―¿Qué pasa con lo que tengo puesto?

 Missy se encogió de hombros y volvió el rostro.

 ―Nada... para ti. Supongo.

 Las chicas tienen un idioma propio en el que las palabras no tienen nada que ver con el significado. Bess se sonrojó mirando de nuevo sus ropas. Se tocó el pelo, sujeto en la parte superior de su cabeza con una pinza. Se había duchado después del trabajo y utilizado un poco de polvo y brillo, pero nada más que eso. Había imaginado que verían la televisión o algo así, no que tendrían una fiesta.

 ―Creo que me veo bien, ―contestó a la defensiva. ―Ya te dije, no estoy planeando tener sexo.

 ―Por supuesto que no. ―Missy sonaba tan condescendiente y agradable que Bess estalló.

―¿Qué se supone que significa eso? ―Caminó hacia el espejo, empujando a Missy a un lado para ver su reflejo, luego se dio la vuelta y la fulminó con la mirada. ―De todos modos, cualquiera a quien no le guste como soy puede sólo... ¡irse a la mierda!

 Missy alzó sus cejas depiladas ante la exclamación de Bess.

―Cálmate, dulces pechos. ¡Dios! Bien, no te eches un polvo. Guárdate para tu novio lame culos cuando vuelvas a casa.

 ―No me estoy guardando para nadie, ―dijo Bess. ―Sólo porque tú no comprendes el concepto de fidelidad no quiere decir que nadie más lo haga. Y él no es un lame culos.

 Y podría ya no ser su novio.

 Missy puso los ojos en blanco.

 ―Como sea. ¿Acaso me importa?

 ―No lo sé. ¿Te importa? Porque, maldita sea, siempre lo sacas a colación. ―Bess se puso las manos en las caderas.

 Missy la fulminó con la mirada. Bess le devolvió la mirada en igual forma. Después de un segundo, sin embargo, los labios de Missy se estremecieron. Un segundo después, las dos estaban riéndose a carcajadas.

 ―Eres una reina del drama. ―Missy empujó a Bess a un lado para poder guardar el maquillaje.

 ―Jódete, Missy.

 ―No sabía que te agitabas de esa manera, dulces pechos, ―dijo ésta batiendo sus muy enmascaradas pestañas.

 Bess, como de costumbre, no tenía nada más ingenioso que contestar, y se dedicó a tratar de arreglar el desastre de la sala de Missy. Sólo había conseguido despejar de revistas y periódicos al sofá y las sillas antes de que la puerta se abriera y Heather llegara con Kelly al remolque. Ambas parecían ya muy borrachas.

 ―¡Oye, chica!

―¡Mírate, perra! ¿Qué demonios? ¿Quién te hizo eso en el pelo?

 ―¿Dónde está la puta pizza?

Bess, vio el intercambio y se preguntó cómo sería tener una casa donde la gente entrara sin llamar y se tirara sobre los muebles como si vivieran allí. Estaba bastante segura que lo odiaría. Asintió cuando Kelly la saludó con la mano, pero Heather, como siempre, la ignoró. A Heather no le gustaba Bess. El sentimiento era mutuo, pues Bess sabía que Heather pensaba que ella era una princesa engreída.

La gente llegó durante la siguiente hora, muchos más de los que Missy había invitado realmente, pero la noticia de una fiesta siempre se propagaba con rapidez. El remolque, ni siquiera uno de doble ancho, pronto se convirtió en una nube de humo, calor corporal y música. Bess, con el estómago gruñendo, tenía la esperanza de que alguien se presentara con la pizza prometida. Las bolsas de patatas fritas y galletas saladas aparecieron junto con botellas de licor de malta y de otros tipos de alcohol. Al menos los amigos de Missy trajeron bastantes snacks como para compartir.

Aunque Bess no era la única menor de edad, probablemente era la única que no bebía. De todos modos a nadie le importaba, allí se suponía que si tenías una copa en la mano, estabas tan colgada como el resto de ellos. Missy se habría dado cuenta, pero estaba tan ocupada paseándose de regazo en regazo que no podía prestarle atención.

Se escucharon vítores cuando, por fin, Ryan apareció con la pizza. Bess ya lo había conocido antes. Él de vez en cuando echaba un polvo con Missy, cuando los dos estaban borrachos o drogados o aburridos. Mantuvo las cajas de pizza en alto, gritando: ―Dos dólares, dos dólares, ―a todo el que pasaba.

 Dos dólares. Todo lo que ella tenía en el bolsillo. Por dos dólares podría haber ido y comprado su propia rebanada y una bebida, pero en la fiesta, sería capaz de comer todo lo que quisiera, o pudiera agarrar, antes de que todo desapareciera. Sin embargo, Ryan sabía muy bien lo que estaba haciendo, porque había traído cuatro pizzas y el tipo detrás de él, con el rostro ensombrecido por una gorra de béisbol caída sobre sus ojos, llevaba otras tres.

 ―Bess. ―Ryan le guiñó un ojo mientras ella movía a un lado las latas vacías y platos de papel ya manchados con pizzas anteriores para hacer espacio para las cajas. ―¿Cómo estás, nena?

 ―Bien. ―Ella se sacudió las manos. La mesa estaba pegajosa, pero no valía la pena el esfuerzo de limpiarla. Se giró hacia la pequeña cocina de Missy para bajar unos pocos platos de papel del armario. Ya había varias manos hurgando en las cajas y llevándose tajadas. Bess quería la de ella.

 ―Este es mi amigo Nick, ―Ryan apuntó con su pulgar por encima del hombro mientras su amigo colocaba las otras cajas en la mesa.

 Concentrándose en deslizar las humeantes rebanadas en su plato, Bess echó poco más que un vistazo en su dirección. En su estómago ya había brotado el hormigueo que precede a las sacudidas de bajada de azúcar en la sangre, y aunque habría más de una persona que se desmayaría por allí a finales de la noche, ella no tenía la intención de ser la primera. Cuando levantó la vista, Nick había desaparecido, tragado por la masa de cuerpos que se retorcían bailando.

Ryan se inclinó por encima de ella para agarrar una servilleta de la encimera que se encontraba detrás. Su brazo le rozó los pechos y su aliento acarició su cuello y mejilla. Atrapada entre la mesa y el mostrador no había lugar a donde ir. Bess se sonrojó ante la intimidad de la situación, especialmente cuando Ryan sonrió y le guiñó un ojo. Él bajó la vista a la parte delantera de su camiseta antes de volver a mirarla a la cara.

―Linda fiesta, ―dijo, y volvió a llenar su plato con pizza.

 No era la primera vez que Ryan había flirteado con ella, y tampoco era que le preocupara. Cualquiera que fuera el arreglo que él y Missy tenían no parecía incluir exclusividad de ninguno de los dos. Ryan era guapo y lo sabía. No la hacía sentir especial, sólo un poco fuera de balance. Había pasado tanto tiempo desde que le había prestado atención a algún espécimen masculino, que no estaba muy segura de cómo reaccionar.

 ―¿Qué estás bebiendo? ―le preguntó un tipo del que no sabía el nombre, aunque lo había visto un par de veces. Él levantó una botella de tequila. ―¿Que tal una Margarita?

 Bess buscó una licuadora y no vio ninguna.

 ―Umm... no, gracias.

 ―Está bien, ―el tipo se encogió de hombros y se volvió hacia la muchacha que estaba a su lado, esperando con la boca abierta. Tomó la botella de tequila y la de Margarita Mix y las vertió las dos al mismo tiempo en la boca de ella, deteniéndose cuando el líquido comenzó a desbordarse. Ella tragó ahogándose un poco, tosiendo y agitando las manos, para luego reírse junto con el tipo.

 Bess encontró difícil no hacer un gesto, el mismo que Missy había imitado, pero... ughh. Asqueroso. Sin mencionar que era una buena manera de terminar en el hospital. Escudando su pizza con el cuerpo, pasó entre la multitud, pero no encontró ni un lugar para sentarse en la sala, así que se apoyó contra la pared en una esquina. La gente ya estaba jugando cuartos. Alguien más había colocado una manguera y un embudo a la cerveza. Bess se concentró en comer.

 El problema era que, una vez que terminó, tenía sed de nuevo, lo que significaba un viaje de regreso a través del corazón de la fiesta hasta la cocina. En el camino, tuvo que detenerse para bailar un poco con Brian, quien trabajaba con ella en Sugarland, porque éste la agarró de la muñeca y no la dejó pasar sin que antes se sacudieran y estrecharan un poco. A Brian le gustaban los chicos, pero le agradaba recordarle a Bess que para frotase sensualmente el género no importaba.

 ―¡Te ves guapa esta noche! ―gritó él por sobre el fuerte sonido de la música, "Rump Shaker" resonaba en los parlantes. ―¡Zooma zoom, nena!

 Bess puso los ojos en blanco al tiempo que él la agarraba del trasero y se frotaba contra ella.

 ―Gracias, Brian. Te gustan los chicos, ¿recuerdas?

 ―Cielo, ―le dijo al oído, con un lametón que la hizo reír y retorcerse, ―eso lo hace más que un cumplido.

 Ella no podía negar eso, por lo que le dejó que se restregara contra ella durante unos minutos mientras bailaban.

 ―Entonces, ¿a quién le echaste el ojo? ―le gritó al oído.

―Oh, chicos, chicos, chicos, ―dijo Brian con una sacudida de su flequillo con reflejos. ―Los chicos están por todas partes, cielo, pero lamentablemente, la mayoría de ellos son héteros. ¿Qué hay de ti? ¿Todavía fiel a tu Príncipe Azul?

 Bess se contuvo de hacer una mueca ante el comentario de Brian de su vida amorosa. Él no tenía por qué saber de sus problemas con Andy, pues o le tendría lástima, cosa que ella no quería, o le daría un consejo, el cual no necesitaba.

 ―¡Plato! ―ordenó Brian, girándola. ―¿El señor Correcto, de repente, es el señor Equivocado?

 Si ella hubiera sido capaz de ponerse en contacto con Andy más de una vez en las últimas tres semanas, tal vez lo sabría. Negó con la cabeza y se movió para liberarse del agarre de Brian.

 ―Yo no he dicho eso.

 ―No tuviste que hacerlo, ―gritó en su oído, y ella hizo una mueca. ―¿Qué hizo ese bastardo?

 ―¡Nada! ―Bess quitó sus manos de las de él.

Brian no la dejó irse fácilmente. ―¡No te creo!

―Voy a tomar un trago.

―¡Pero tienes que trabajar mañana! ―Él fingió que se escandalizaba, pero su sonrisa fácil le traicionaba.

 Bess se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

 ―Tú también. Nos vemos más tarde, Brian.

 Antes de que él pudiera protestar, le dio un beso rápido en la mejilla y se deshizo de sus manos de pulpo para poder terminar su búsqueda de algo para beber. Se tuvo que abrir camino a empujones hacia la cocina para atravesar la multitud. No quería hablar de Andy con Brian. O con Missy. Realmente no quería hablar o pensar en Andy en absoluto, porque una vez que empezara, podría tener que admitir que las cosas se estaban volviendo de repente, terriblemente amargas.

 Los refrescos habían desaparecido de la nevera, y ella no estaba dispuesta a confiar en las botellas abiertas de dos litros que estaban por toda la mesa y la encimera. Las pizzas había sido devoradas por completo, y solo algunos restos de queso y algunas manchas de salsa en las cajas probaban que estuvieron alguna vez allí. Bess recogió las cajas vacías y las metió debajo de la mesa, luego buscó un vaso de plástico que no se viera como si hubiera sido usado, lo llenó con agua del grifo y le agrego el último par de cubitos de hielo, después rellenó las cubiteras y volvió a ponerlas en el congelador.

 ―No sería una fiesta sin ti, mamá. ―Missy se apoyó sobre el hombro de Bess y la besó con fuerza en la mejilla. ―Ya está. Ahora no puedes decir que no tuviste algo de acción esta noche.

 ―Demasiado tarde. Brian te ganó. ―Bess se limpió el beso de Missy de la mejilla y miró hacia la habitación. No se habría sorprendido si hubieran derrumbado hasta sus cimientos al remolque. O encendieran el lugar por combustión espontánea.

Missy balbuceó algo ininteligible, pero Bess no la estaba escuchando. Al otro lado, de pie junto a la pared del fondo cerca del pasillo, había un muchacho. Reconoció la desteñida camiseta un segundo después. El amigo de Ryan. Se había quitado la gorra de béisbol.

No estaba haciendo nada especial, sólo se estaba llevando una botella de cerveza a los labios, pero se volvió hacia donde estaba Bess justo cuando ella se fijó en él. Sus ojos se encontraron, o pensó que lo hicieron, ya que era imposible saber si la estaba mirando a ella o no.

Ese momento se quedó grabado en su mente para siempre. El olor de los porros y la cerveza, el persistente sabor de la pizza, la calidez de la mano de Missy en su brazo. El repentino frío en su pantorrilla cuando alguien derramó una copa en ese instante.

El primer momento en que ella realmente le vio.

―Missy. ¿Quién es ése?

Missy, ocupada en reírse del tipo que había derramado su copa, al principio no le prestó atención. En el minuto y medio que le tomó contestar, Bess ya se había imaginado caminando a través de la habitación para quitarle la cerveza de las manos, llevársela a la boca. Llevándoselo a él a la boca.

―¿Quién?

Bess indicó, sin importarle si él la veía.

―Oh,  ése es Nick el gilipollas. ¡Hey amigo! ¡Limpia esta porquería! ―Missy, ya no se divertía viendo a su torpe invitado y le dio un puñetazo en el brazo. ―¡Esto no es un maldito bar!

 Bess los ignoró, apartándose para permitir que el chico pudiera limpiar el piso mojado. Nick ya no la estaba mirando, y se alegró, porque eso significaba que ella podía mirar todo lo que quisiera. Imprimió su perfil en su cerebro. Desde esta distancia tenía que imaginar la longitud de sus pestañas, la profundidad de su hoyuelo. El modo en que olía...

 ―¡Bess! ―Missy sacudió su brazo.

 ―¿Tiene novia?

 Missy se quedó boquiabierta. Miró a Bess, luego hacia Nick y viceversa.

 ―Y una mierda. ¿Nick?

 Bess asintió. Se había olvidado del agua helada y la tomó ahora, necesitando apagar la repentina sequedad de su garganta. ‹‹Va a decirme que tiene una novia››, pensó. ‹‹Va a decirme que está enamorado de una chica con tetas grandes y gran cabellera. O peor, ella tuvo un revolcón con él. Missy tuvo sexo con él…››

 Missy resopló hacia arriba para sacarse el flequillo de la frente y sacudió la cabeza.

 ―¿Por qué quieres saber?

 Echándole la culpa a la bebida y al humo de la hierba por la estúpida pregunta, Bess le lanzó una mirada que Missy probablemente no podía malinterpretar. Ésta se volvió a quedar boquiabierta y entonces se echó a reír.

 ―¿Nick? Tienes novio, ¿recuerdas, dulces pechos?

 Bess no lo había olvidado. Por otra parte, estaba pendiente si todavía tenía uno.

 Miró a Missy.

 ―Si yo no tuviera novio, estaría sobre él como abeja sobre la miel.

 Missy soltó una carcajada y se golpeó el muslo.

 ―¿Hablas en serio?

 Bess nunca había hablado más en serio en su vida.

 ―¿Sí o no?

 ―¿Tener una novia? ―los ojos de Missy gruesamente delineados se volvieron calculadores, y miró por encima del hombro de Bess, presumiblemente al tema de su conversación.

 ―No. A él le interesan los tipos.

 ―¿Qué? ¡No! ―Bess apretó los puños, volviéndose a mirar a Nick cuya cabeza de se balanceaba al ritmo de la música, mientras volvía a tomar cerveza. ―¿Él es gay?

 ―Lo siento, ―dijo Missy.

 Apretó los dientes y cruzó los brazos con los puños aun apretados.

 ―Maldita sea.

 Las cejas de Missy se alzaron hasta casi llegar a su cabello.

 ―¡Hey amigo!

 ―Yo no soy un amigo, ―le espetó Bess, tan decepcionada que no podía pensar con claridad.

 Missy le palmeó el brazo.

 ―Tómate una copa. Entonces no parecerá tan malo.

 ―No es malo, ―Bess sacudió la cabeza y tragó su agua con hielo. ―Olvídate que dije algo.

 Missy se rió.

 ―Tómate un trago, de todos modos.

 Bess levantó su vaso de agua con hielo y se tragó el resto antes de arrojar el vaso vacío en el fregadero.

 ―Tengo que irme a casa.

 Le dolía la cabeza de repente, y el estómago también. Todo por un estúpido chico con el que jamás había hablado.

 Ella era la estúpida. Hizo a un lado su decepción, enojada consigo misma. Enojada con Missy.

 ―Hey, no te vayas. ―Missy la agarró de la mano. ―La fiesta acaba de empezar.

 ―Missy, de verdad me tengo que ir. Ya es tarde.

 No lo era realmente, y el día siguiente trabajaba en el turno de la tarde. Pero de pronto Bess no quería ver a nadie más beber, fumar o intimar. No quería ver a nadie más echándose un polvo, ni divirtiéndose. Lo peor de todo era que mientras ella había estado hablando con Missy, Nick había desaparecido.

 ―¡Llámame mañana! ―Missy gritó tras ella, pero Bess no respondió.

 Salió precipitadamente del remolque dándole la bienvenida al fresco aire frío de principios de junio. No muchos de la fiesta estaban afuera. Una pareja se besaba en las sombras, apoyada contra la pared, con las manos explorando a tientas, el sonido de sus jadeantes respiraciones  lo bastante alto como para oírse. Una muchacha gemía y vomitaba inclinada sobre los arbustos, mientras que sus amigas le sujetaban el cabello hacia atrás y la instaban a "pararla".

 Bess se sujetó del corroído barandal metálico de la escalera, pero de todos modos tropezó en el último escalón de concreto y se torció el tobillo lo bastante fuerte como para lanzar una maldición.

 ―¿Estás bien?

 Levantó la vista hasta el brillo intermitente de la punta de un cigarrillo.

 ―Sí. Acabo de tropezar. No estoy borracha, ―añadió, enojada por sentir que tenía que explicarse.

 ―Eres una de las pocas.

 Era demasiada coincidencia, demasiado parecido al destino, pero incluso antes de que él saliera de las sombras y se adentrara en la línea de luz de la farola, Bess sabía que era Nick. Él dio otra calada a su cigarrillo y tiró la colilla al suelo, donde lo pisó con la punta de su bota. Ambos se volvieron al escuchar el sonido de vómito salpicando y gemidos, él hizo una mueca. Tomó a Bess por el codo y la condujo a una esquina del remolque, hacia la calle, tan tranquilamente que ella no tuvo tiempo de protestar.

 La soltó antes de que ella tuviera tiempo de protestar por eso también.

 ―Algunas personas no deberían beber.

 Bess se estremeció un poco. La luz era más brillante allí, y le daba a la cara de Nick reflejos plata y púrpura. Se parecía a Robert Downey Jr. en Less Than Zero, pensó un poco incoherentemente, la versión no—adicto.

Nick sonrió.

―Hola. Tú eres Bess.

 ―Sí, ―su voz sonaba ronca. Sus pensamientos parecían borrosos. ¿Drogada por contacto? se preguntó mientras una ola de vértigo se apoderaba de ella. ¿O era la sonrisa de Nick?

 ―Y tú eres Nick. El amigo de Ryan.

 ―Sí.

Silencio.

―Me voy a casa, ―dijo Bess. Gay. ¿Por qué tenía que ser gay? ¿Cómo podía ser gay? ¿Por qué cada chico guapo por aquí era gay? ―Ando en mi bici.

 ―Eso es genial―dijo Nick con otra sonrisa. ―¿Qué usas? ¿Una Harley?

Sus pensamientos normalmente no eran tan lentos, pero de alguna manera la lujuria y la decepción parecían haber embotado su cerebro.

―¿Qué? Oh... no. Una de diez velocidades.

Él se echó a reír. Bess vio su garganta trabajar. Quería lamerlo, y había incluso avanzado un poquito antes de detenerse, avergonzada. Nick no pareció darse cuenta.

―¿Dónde vives?

Vaciló antes de decirle, no quería admitir que vivía en una de las casas frente al mar.

―No te preocupes, no soy un asesino en serie, ―dijo Nick. ―No tienes que decírmelo.

En ese momento se sintió realmente estúpida.

―Oh. No, no es eso. Me quedo en casa de mis abuelos en la calle Maplewood.

Hubo sólo una concisa pausa antes de que él asintiera.

―Uh—huh.

Su mirada se posó sobre ella, observándola de arriba a abajo, y Bess repentinamente deseó haber usado alguna de las ropas que Missy propuso prestarle. Haberse maquillado un poco. Salvo que, ¿qué importaba, cuando, de todos modos, a él no le gustaban las chicas?

―Encantada de conocerte, ―dijo. Sonaba patético, incluso para ella. El tipo de cosa que decías en un cóctel, no en una fiesta improvisada en un estacionamiento de casas rodantes.

 ―Trabajas en Sugarland, ¿verdad? Te he visto allí. ―Nick metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros desteñidos.

 ―Sí. ―Bess miró su bicicleta, encadenada al enganche del remolque de Missy.

―Con Brian, ¿no?

Bess suspiró mentalmente. Por supuesto que él conocía a Brian.

―Sí.

―Yo trabajo en el Surf Pro, ―Nick caminó con ella hasta la bicicleta y observó cómo quitaba la cadena y la enroscaba al asiento.

 Una de las pocas tiendas a la que Bess nunca había entrado. Los trajes de baño eran demasiado caros allí, y no practicaba surf. O vela. Quitó con el pie el soporte de su bici y agarrando el manubrio pasó la pierna sobre el asiento.

 ―¿Estás segura de que estás bien? ―preguntó Nick. ―¿Tu tobillo está bien? ¿Estás bien... para andar?

 ―Ya te dije, no estoy borracha, ―su respuesta fue un poco más cortante de lo que había previsto, pero ya era tarde. Estaba cansada. Y era muy difícil intentar ignorar lo agradable que parecía su boca cuando sonreía.

 ―Está bien, bueno, tal vez nos veremos por ahí. ―Nick asintió e hizo un gesto de despedida mientras ella se impulsaba y se alejaba andando en su bici.

 ―Nos vemos―gritó Bess por encima del hombro, sin intención de volver a verlo.

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